jueves, 29 de diciembre de 2011

Auld Lang Syne

Ya tenemos encima el año nuevo. Realmente es una tontería pero pronto, demasiado pronto, cambiaremos el calendario que, algunos, aún colgamos en un recóndito rincón de la cocina. Iniciaremos un nuevo ejercicio fiscal, como diría un funcionario de la hacienda pública, y nos dispondremos, todos o casi todos, a remediar lo irremediable, a adoptar hábitos más saludables y, siendo más osados, a cambiar radicalmente nuestra forma de vida.

De momento, llevo algo de ventaja. He conseguido (espero que por mucho tiempo) acabar con mi problema con el tabaquismo y, toco madera, gozo de una mala salud de hierro. También he logrado hacer deporte irregularmente (en realidad, dar largos paseos en bicicleta no me parece ejercicio, sino hobby) y, afortunadamente, también he podido trasladar mi trabajo hasta el lugar donde estoy empadronado, con lo que, amén de ahorrar en gasolina y prisas, me permito dar un agradable paseo matinal de lunes a viernes. Todo va razonablemente bien y, tal como andan los tiempos, debería de agradecérselo a alguien. Si fuera creyente, desde luego lo haría. Incluso puede que ya lo haga cada día y soy demasiado orgulloso para admitirlo.

Por eso, mis propósitos para este 2012 amenazante y/o apocalíptico que se avecina sobre nuestros temores van encaminados a alimentar el bien común. No piensen que soy un alma pura que ama más al prójimo que a sí mismo. En verdad, soy tan egoísta, rastrero y envidioso como cualquiera que se precie de serlo. Pero esta forma de vivir que, entre todos, hemos contribuido a diseñar puede compararse a una larguísima anguila que ha estado mordiéndose la cola durante largos decenios: si el pez abre la boca y suelta el extremo, el círculo se convierte en línea. Y la línea, hacía la derecha o la izquierda, conduce hacia la nada absoluta. Hoy más que nunca, precisamos del bienestar ajeno para hallar el nuestro. Espero que la razón, por fin, alumbre el conocimiento humano y la gente, de una vez por todas, entienda que el propósito de la vida no es gastar. Y, ojo, el primero que debe aplicarse el cuento es un servidor. 

En fin. Mis buenos deseos para Pedro SegurolaPaulaMikelArrantxaJerusalemAkroon, Joeslot y todos esos amigos y seres queridos que uno ha ido encontrando (que no mereciendo) en el camino. Un sincero deseo de mejora para todos aquellos que sufren bajo el yugo de la enfermedad, la desesperación o la miseria. Un abrazo para quién crea que lo merezca, una mano tendida para quién sepa que no la merece, una mirada compasiva para aquel que, a su vez, mira a los demás por encima de unos hombros arropados bajo su carísima chaqueta de Ralph Lauren. Lo importante no es lo que tienes, sino lo que sostienes. O, como se diría en el veraniego Buenos Aires, cambiá lo que tenés por lo que sostenés.


Un cariñoso saludo a todos, Lucía Etxeberría y Fernando Sánchez Dragó incluidos. Ya os mostraré en otra ocasión el flamante Cheetah que me trajo Papá Noel (a la porra con mi alegato anticonsumista).

martes, 20 de diciembre de 2011

Regalo de Navidad

Dícen que el mejor regalo que puede hacerse a alguien que se aprecia es el que sale directamente del corazón (que, bien es cierto, es una manera bastante cínica de decir que no te ha costado un duro).

Como me he levantado con espíritu navideño (ay, aquellos tiempos de la tienda de campaña ...) y, perdón por las molestias, con una pizca de malasombra (ya sé que dije que no volvería a meterme con ningún personaje del panorama socio-cultureta nacional y/o internacional, pero de sabios, y también de veletas, es rectificar), ahí va mi regalo para quién me lea:

Lucía Etxeberría, la insigne escritora, ha prometido que va a dejar de escribir libros. Para adultos, concreta en una segunda parte de su manifiesto.



Suena a autopromoción, claro. De su nueva novela, por supuesto. Con lo que, probablemente, incumplirá su promesa. 

No obstante, yo, de natural humilde, se lo agradezco. Y no es porque no me guste lo que escriba. No, que va. Jamás he leído nada de esta pizpireta autora. Algún artículo tonto (perdón, Lucía, pero es que así me lo pareció en su momento) y poco más. Si que, desde la barrera del desinterés, he sabido de sus puestas en escena cuando ha presentado alguna de sus obras o, incluso, cuando le han dado algún premio. Ignoro (porque eso soy, un ignorante) si hace bien su trabajo, si vende mucho, si estará en el top ten de los lectores más vendidos del mundo, o de Europa, o de Sanlúcar de Barrameda. Desde siempre, y espero que me perdone si la molesto, me ha parecido pretenciosa (no ya su escritura que, insisto, desconozco, sino su actitud). Impostadamente provocadora, tal que un remedo femenino de Almodóvar con un toque macarrónico (de macarra, vamos). Y, aunque sea infantil por mi parte, siempre he creído que sus títulos son pomposos y vacuos.

Insisto: sin afán de molestar.

Claro. Todo eso se lo guarda uno. Hasta que descubre la noticia en El Mundo (http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/19/cultura/1324317428.html), en la que, aparentemente, nuestra Lucy confiesa que está harta de que la gente se descargue ilegalmente sus libros (si es que hay gente para todo, qué le vamos a hacer) y que no está dispuesta a trabajar tres años como una negra para eso.

¿Trabajar? ¿Escribir es trabajar? Yo, que soy un romántico, siempre he pensado que escribir es algo que haces porque sí, porque es una necesidad física, aún cuando la fortuna te sea aviesa y malvivas con un mísero empleo para, a duras penas y merced a largos desvelos, intentar contar algo que, y ahí te engañas, crees que nadie a sabido expresar antes como tú quieres hacerlo. Escribir es vivir en un mundo paralelo como esos en los que habitan el músico, el pintor, el dibujante o el soñador sin sueños. Y eso, en estos tiempos de estrecheces, hay que tenerlo muy claro.

Por eso me sorprenden tanto las supuestas palabras de la Etxeberría. Por su afán contable. Ya sé que, como yo, tiene que pagar facturas, comer, vestirse y poner gasolina. Pero la escritura, como el fútbol o la danza, no son oficios; son pasiones. Tienes mucha suerte si te pagan por desempeñarlas. Y si, en alguna ocasión, logras que lo hagan, no significa que vayan a remunerarte siempre, ni mucho menos. Podríamos hablar de Chéjov, de Cervantes o del vivalavirgen de Faulkner. Decía Cortázar que “si un escritor está condenado a escribir, escribirá, a pesar del trabajo que le ofrezcan, pues siempre podrá sacarle partido a cualquier situación vital que se le presente". Así que no se queje, señora Etxeberría. Tiene suerte de vivir en un tiempo en el que cualquiera, con un ordenador y una conexión de internet, puede leer lo que usted escribe. E incluso gustarle y, gratuitamente, agradecérselo.

Tenga cuidado, eso sí, con los niños. Yo a los míos ya les he quitado la tarjeta de crédito. Por si acaso.

PD.- Como éste me parece poco regalo, recomiendo que si Lucía Etxeberría o cualquier otro aprecia a alguien y, además, éste (o esta) es un loco entusiasta del slot (del Scalextric, vaya) se le haga el siguiente regalo:



Es el Cheetah de MRRC. Una auténtica preciosidad. Espero, por mi bien, que mi mujer lea a escondidas mi blog (je,je). Y, si no, a esperar las rebajas de enero.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Jugar para que no te olviden ...

Hoy, escuché en televisión (porque solo la escucho, entre el voy y el vengo) que Sócrates, el gran Sócrates, ha muerto. Entre los que no saben nada de fútbol, un 80 por 100 (espero) habrá pensado que Sócrates era un personaje histórico muy antiguo y que, por tanto, debería estar criando malvas desde hace mucho, mucho tiempo. Un 10 por 100, además, habrá recordado que era un pensador griego y que fue condenado a morir envenenado, sin saber el motivo. Otro 7 por 100 más, en un alarde de conocimientos, significará que el veneno que ingirió el fulano no era otro que la cicuta. Y un último 3 por 100, la "élite", sabrá que la pena de muerte del filósofo, oficialmente, estuvo motivada en su negación de la existencia de los dioses olímpicos.

Si te gusta (aunque sea un poco, como a mí) el fútbol, tienes alguna peregrina idea sobre filosofía o historia y, para más inri, albergas el defecto de memorizar detalles estúpidos que el resto de la humanidad ha logrado olvidar, también recordarás que Sócrates, el que hoy ha protagonizado los obituarios matutinos, fue un futbolista brasileño. Un artista del balón.

Uno que, insisto, no sabe nada de futbol (el buen manejo del balón y la inteligencia táctica, una gran constitución atlética y el carácter ganador, han sido virtudes de las que he carecido desde mi más tierna infancia), ni siquiera sabe leer partidos. Uno, que soy yo, es obvio, es incapaz de percatarse de cuando un equipo pasa del 4-4-3 al 3-5-2, ni cuando un jugador promete, ni siquiera cuando un partido ha sido bueno. Uno, que es más blaugrana que el Camp Nou, lo es porque sí, sin más, porque había un futbolista flacucho llamado Cruyff que nunca le salía en los sobres de estampas, porque un jugador alopécico y bigotón llamado Ramón María Calderé tenía todo el pundonor que él quisiera desear, porque un himno cantado por Serrat es aún capaz, y siempre lo será, de hacerle llorar de emoción. No me gusta el fútbol, suelo decir. M' agrada el Barça. Sin más.

Mi patética confesión puede hacerme ir más allá: yo, como ilusorio y visionario mandamás culé, hubiera vendido sin reparos a Xavi, cuando era un crío y, se decía, no llegaba a la suela de las botas de Guardiola. Yo, cuando ví jugar a Messi, vaticiné que no sería mejor que Ronaldinho, al que siempre puse en un altar. Sí. Yo también pensé que Pep duraría media temporada, como mucho. Y que lo de la firma de Figo por el Madrid era un bulo de la prensa mandrileña.

Un portento, vaya.

Hagamos un flashback.
Tenía yo 16 años. Era un crío con pocos amigos. Me gustaba mucho leer, jugar (aún lo hago, no lo crean) y, generalmente, no era lo que puede tomarse como un tío enrollao. Era un plasta. Un freakie. Y, sí, un acomplejado.

Afortunadamente, a veces los demás chavales me hacían un hueco. Tal vez por lástima, quiero creer. Y una tarde de verano nos fuimos andando, todos, hasta el campo de los padres de uno de ellos. El campo, porque aquello era una casita de aperos, rodeado de matorrales, montones de arena y herramientas por doquier. Sacaron el televisor al porche. Un televisor a color, los tiempos ya estaban cambiando. Vicentín, el gordo (ahora está mucho más delgado y es jardinero) era el anfitrión. Había comenzado el mundial de México. Era el estío de 1986. Jugaba España contra Brasil. Sí; fue el partido el gol invisible del Míchel. El partido en el que la selección carioca nos ganó por la mínima. ¿Y quién marcó el único gol del partido? Sócrates.

Sócrates, el barbudo. Sócrates, el médico. Sócrates, el largirucho con los pies minúsculos que tiraba los penalties de espaldas, golpeando el balón con el talón de Aquiles. ¡Con el dichoso talón! Y ahí me había dado. Yo, que era un bicho raro por haber leído La Ilíada y La Odisea sin apenas pestañear, no pude más que sentirme fascinado ante ese futbolísta con pinta de revolucionario y porte desgarbado. Como me sucedió con Magic Johnson. Y con Larry Bird. Y con Kareem Abdul-Jabbar. Y con el mismísimo Ralph Sampson.

Hoy, repito, me entero de que, por una razón u otra, el héroe ha muerto. Y, en un artículo que leo en El País, le atribuyen la frase de la que he extraído el título de esta entrada: "No hay que jugar para ganar, sino para que no te olviden". Y me he acordado de Iniesta y de su gol-orgasmo en Sudáfrica. Y de la primera copa de Europa del Barça, que no pude ver. Y de la segunda (¡la primera en formato champions, frente al Arsenal!) que me hizo llorar como un niño. Y del gol de Torres, del de Antonio Maceda frente a la Alemania de Schumacher, de Sabonis y Petrovic enzarzados en una lucha de titanes. De Superepi, portando la llama hasta la fecha que encendería el pebetero olímpico.

La profecía decía que Aquiles pudo elegir entre una vida larga pero aburrida y otra corta, pero gloriosa. Sócrates, el filósofo-socialista, el pediatra que fue elegido mejor futbolista sudamericano de 1983, es hijo de la ninfa Tetis, como el mismísimo héroe de los pies ligeros.




domingo, 27 de noviembre de 2011

The Visitor and the Days of the Week

El título es en inglé. Más que nada, para dar al post un toque de sofisticación, elitismo o, tal vez, chiquilicuatrismo.

Esta entrada va de lo que me gusta visitar en internet en cada uno de los días de la semana. Además, claro de está de los blogs y páginas personales que acostumbro a visitar. ¿Qué quereís? Hoy me he levantado previsible.

Los lunes me desagradan particularmente. Como a (casi) todo el mundo. Pero los soporto porque José Samano, el redactor deportivo de El País, suele ofrecer sus charlas digitales. Un buen tipo, magnífico periodista y mejor cántabro. Insustituible (http://www.elpais.com/edigitales/).

Los martes, cómo no, busco en la red la última edición de El Convidat. Ya lo sé: soy un plasta. Pero es que el formato me resulta, de momento, irresistible. El último (emitido en la noche del lunes 21 de noviembre) estuvo dedicado al Sardá. A Xavier, naturalmente. Un personaje, ya se sabe. Pero me sorprendió que en una casa sin pretensiones (con la de pasta que, se dice, ganó en Crónicas Marcianas) haya instalado un inmenso tren eléctrico en el jardín. Con sus edificios, sus puentes y su lógica aplastante del niño que se acerca a los sesenta tacos. La leche en bote, vamos (http://blogs.tv3.cat/elconvidat).

Los miércoles, puntualmente, tiro p'al monte: Javier Marías escribe su artículo en El País Semanal (http://javiermariasblog.wordpress.com/). Puntualmente, se publica el mismo domingo en el que aparece tal revista analógica y digital. Pero los domingos, como dijo Mister Proper, son para descansar. Así que, previsor, queda reservado para mitad de semana.

Antes también leía el artículo de Arturo Pérez-Reverte, íntimo de Marías. Pero su creciente cabreo con el mundo, su ferviente radicalismo con sus pareceres, me han acabado por aburrir. Igualito que sus novelas.

Los jueves toca la charla digital de Boyero (http://www.elpais.com/edigitales/). Carlos Boyero, crítico de cine de El País (os juro que no trabajo para este medio, ni que tampoco me interesa la política). Anarcoexjuerguita, contestario, irreverente, inevitablemente humano, siempre sabe arrancarte una sonrisa con el desdén del frágil. La ostia, vaya.

El viernes busco la charla digital de Santi Segurola en Marca Qué gran tipo, este hincha del Atlhetic (http://www.marca.com/encuentros/index.html.). Se merece un monumento, a pesar de que no estoy totalmente de acuerdo en cuanto a gustos musicales. Pero, insisto, un gran tipo. El motivo de que la vea el viernes (si puedo) es porque la celebración de sus charlas, por unas razones u otras, suelen varias de día. U omitirse durante semanas. A cambio, los viernes, nos regala su artículo de contraportada. Segurola es al fútbol lo que un paso de cebra a la buena educación.

El sábado toca marear. Nada de descargas ilegales, por supuesto, ni de páginas capciosas. Como cualquiera que pueda visitarme, vaya.






 

sábado, 26 de noviembre de 2011

Retorno a "El retorno ..."

Aprovecho que esta mañana me he levantado "internautamente" dinámico para recomendar efusivamente la lectura de la serie de Manu Larcenet El retorno a la tierra.



En otra ocasión, ya recomendé su lectura (http://alasombradelavellano.blogspot.com/2008/01/alabanzas-manu-larcenet.html) junto a la de Los combates cotidianos, del mismo autor. Si bien esta última (una serie de 4 albumes ya finiquitada) resulta muchísimo más "seria" y fue parida íntegramente (dibujo y guión, vaya)  por el genio de Issy-les-Moulineaux , El retorno a la tierra está creada a pachas por Larcenet y Jean-Yves Ferri y tiene, como las grandes obras de la bande dessinée, una innegable propuesta humorística.


Estructurada a la manera de las antiguas tiras cómicas de los periódicos, El retorno a la tierra disfruta, como en el caso de Los combates cotidianos, del mismo personaje principal  (el propio Manu), pero en un tono cercano a la sitcom, en el mismo entorno rural que le seduce y obsesiona y con los mismos fantasmas y anhelos que siempre.

Espero que, muy pronto, Bang Ediciones edite en castellano el quinto album de la serie:


¡Vamos señores de Bang, que hay prisa! ¡Aún saldrá el tomo sexto en francés antes que el quinto en español!

Objetos

Los objetos, es una obviedad, son inánimes. No tienen alma.


Sin embargo, uno, que nació balbuceante, creció casi arrogante y envejece inconsecuente, no puede más que pretender ubicar su alma, o lo que se espera de ella, en cada objeto hermoso que descubre.



Uno, como tantos otros, inconscientemente evoca, y acaba por transfigurar, su ideal de belleza en aquello que pudo descubrir, en aquello que puede tocar, incluso en aquello que logra comprar.



Uno, que ya no es un niño, recupera, rescata o reinstala la ilusión que un simple objeto, una cosa sin más, es capaz de motivar.



Hete aquí que el niño que ya no soy, el sueño que aún se sueña, ha encontrado la vereda justa, el instante exacto, para recrear un escenario en el que disponer sus ideales.



Es fácil dejarse llevar. ¿Verdad?



¿Seguro que los objetos carecen de alma?

martes, 15 de noviembre de 2011

Slotadicto confeso


Últimamente, y no es la primera vez que esto aclaro, no le he dedicado el tiempo que debiera a este blog. Ya se sabe: las obligaciones laborales y familiares han ido, jornada a jornada, minando mi espíritu expositor. No hay excusa, es cierto. Pero tampoco creo que se me extrañe demasiado.

En los últimos meses, y no ignoro que me repito, estoy volcado en el mundo del slot. En el mal generalizado Scalextric, vaya, en los cochecitos de juguete. Qué le voy a hacer. Soy, o voy resultando con la edad, un maniático inmaduro. Me paso el día buscando modelos en internet, tiendas virtuales, foros y pistas. En fin. Que, poco a poco, mi conversación, tras un par de amagos y piruetas, acaba yendo a parar a este mundo a escala unotreintaydos. Y, no creaís que no lo he notado: la gente, los amigos y la familia, comienzan a mirarme raro. En especial, mi mujer y mi hija. Es el precio de la locura, supongo.

Pues a lo que iba: como siempre he sido aprendiz de todo y maestro de nada, he pasado de puntillas por varias páginas y blogs y he llegado a la conclusión de que los coches, como meros instrumentos de velocidad, no me interesan. No me gustan las multipistas de giros imposibles, aún menos las de curvas hiperperaltadas y sufro lo indecible al contemplar derrapes interminables que posibilitan la colisión con un ultracompetidor; y es que no soportaría que ninguno de mis coches, ninguno de los coches que me gustan, se jodiera (perdón por el palabro, pero he seguido un minucioso proceso de selección para elegirlo) de un trastazo. Un retrovisor roto, la pintura del capó dañada, unas ruedas desgastadas  e irremplazables no me dejarían dormir (creánme) durante, al menos, una semana. Tampoco es que me guste recrearme en el voyeurismo sloteriano (es decir, que no soy de los que compran un coche y no lo sacan jamás de su caja, no sea que lo mancille una mera mota de polvo), pero encuentro que lo más tranquilizador y regocijante para mi humilde persona es ver rodar lentamente el juguete (sí, juguete, y a mucha honra) sobre una pista tranquila, atractiva y esmeradamente decorada.

Ahí, en ese punto, di por casualidad con el amigo Mikel. Con el creador de iberslot.blogspot.com. Y no he dado solo con alguien que, como yo, ama los coches vintage, sino que le gustan las maquetas, las figuras de época, el gusto por una estética en la que uno puede imaginarse, al volante de un refulgente Porsche Spyder blanco, a Peter Ustinov con su traje de lino nuevo y a Grace Kelly con un escote recatado y su pañuelo azul al cuello. Aconsejo a quién puedan interesarle que se pase por la página de este amigo. Amigo, sí, pues de nada lo conozco y, mediado un simple e-mail, como tal me ha atendido. Gracias, Mikel. Un millón de gracias.

Como, a parte de los coches, he estado averiguando donde y cómo comprar figuras de época, me gustaría regalarle a Mikel, y también a quién esto pueda estar leyendo, la localización de una página (www.mk35.com) donde puede conseguirse una figura, en mi opinión, única. Aunque muy (insisto, muy) cara, se me ha antojado quasi imprescindible. De hecho, en cuanto pueda, me hago con un ciclista como el que ilustra esta entrada (19.50 euros).  


PD.- Ya que hablo del mundo del motor, recomiendo encarecidamente la entrevista weekendesca que esta semana el payo de El Convidat (http://blogs.tv3.cat/elconvidat) ha dedicado a Isidre Esteve. Y si ésta me ha parecido, ya he dicho, recomendable, memorable me resultó la de la arquitecta Benedetta Tagliabue. Qué mujer, qué entereza, qué belleza. Bella Madonna.

Salud y slot !


martes, 20 de septiembre de 2011

De anfitriones e invitados

Saludos vespertinos desde mi terraza. Con el otoño a punto de minarme el alma, cuando las noches (¡por fin!) no son calurosas y las tardes, ya cortas, dan muy poco de sí, he vuelto al redil. Y, aunque parezca abatido y/o compungido, por Tutatis, no lo estoy. O quizás empiezo a estarlo. No sé, carajo. En fin. Me propongo hablaros brevemente de otra de las cosas que me gustan. O, más bien, de uno de los pocos programas televisivos que aguardo ver cada semana. Y en esta ocasión, os hablo de El convidat.

El convidat es un programa de TV3, por lo que, obviamente, está grabado (o puede ser escuchado, si se prefiere) en catalán. ¿Algo en contra del catalán? Res. Soy de origen andalusí, aclaro. O sea, seseo y escupo al hablar. Sin embargo, he nacido y me he criado (y aún me crío, a mis cuarenta y tres tacos) en la sacrosanta y tulipanta Comunidad Valenciana, y mi contacto con tal lengua (o con tales lenguas, pues hay quién considera al valenciano y al catalán cosas tan dispares como las galletas y los churros) o dialecto (existen los que, con peor inquina, insisten en bajarlas, juntas o por separado, de categoría) ha sido no cotidiana, pero sí frecuente. Por tanto, no me cuesta seguir el dichoso programa; con la inestimable ayuda de los subtítulos (en catalán, por zupuesto).

El programa va de que un cuarentón famosete en su tierra, culé hasta las trancas y con un tímido ideario independentista (Albert Om, creo que se llama el payo) visita, durante fines de semana completos, a diversas personalidades vinculadas a la sociedad catalana. Y todo eso, van y lo graban. Sinceramente, creo que he exagerado. No es tan cerril el planteamiento del programa. También han dedicado algún weekend a insignes personajes hispánicos como Pedro Ruiz (arrrggg!!!), Boriz Izaguirre (requetearrrggg!!!) o al grupo musical Estopa. Perdón: vuelvo a exagerar. Todos, o casi todos los anfitriones han aportado a su programa algo que ha merecido la pena contemplar (o al menos, escuchar). Personalmente, me quedo con las visitas al Eduard Punset (por lo tronado que está), a la Teresa Gimpera (por lo buena que estuvo y lo bien que ha sabido envejecer) y al Andreu Buenafuente (por su sincera buenhomía). Este lunes 19 de septiembre ha comenzado la segunda temporada (está de moda eso de clasificar series de ficción, no ficción o, simplemente programas de entrevistas como éste). Y el primer anfitrión ha sido Quim Monzó (un personaje del que un buen amigo mío, Paul Pacquet, no termina de echar pestes). Como comienzo, no ha estado mal. Espero que el pseudofamoso escritor, que tiene hipertensión y no sé qué más, dejé de propinarse las tripadas que se regala para desayunar. Como siga así, el pobre Paul se va a quedar muy pronto sin el enemigo natural que ha seleccionado.


sábado, 23 de julio de 2011

Animadversiones


Perdón por el retraso. Aquí estoy, sábado en la mañana, tumbado con ganas (es decir, sin ganas de estar de pie ni, faltaría más, de hacer nada de provecho) y, navegando de un lado a otro en esta red en la que estoy irremediablemente enganchado, mareando la perdiz. Después de dar un repaso a las últimas atrocidades cometidas por el género humano, a las pretenciosas conspiraciones económico-apocalípticas que nos instigan y a las ensoñaciones futbolísticas de Can Barça con el hijo pródigo que no termina de volver (Cesc Fabregás), le he pegado un repaso a mi blog. A éste, me refiero. A ése que dedico a Andrew Loverboobs, el nihilista millonario que un día me inventé, lo tengo absolutamente abandonado. A buen seguro, más de uno me lo agradece.

En fin. Me he puesto a releer algunas de mis entradas antiguas y, joder, a parte de toparme con un pésimo redactor (o sea, conmigo mismo) he de reconocer que soy (o aparento ser) un ser despreciable. ¡Pobres Fernando Sánchez-Dragó y su antítesis, el radiofónico Millás! ¡Pobres Carlos Ruíz-Zafón y Don Santiago Calatrava! ¿Qué han hecho ellos para merecer mis reprobaciones, críticas o comentarios despectivos? A buen seguro no les dejarán conciliar el sueño, cuando pretendar descansar. Si es así, si les he causado el menor de los perjuicios, he de prometerles que no les dedicaré una línea más (me sonaría a coña marinera que supieran de la existencia de este quasilugar tan cutre en el que los han puesto a parir) y que, a partir  de ahora, me dejaré de dar mal rollo e incidir, única y exclusivamente, en lo que me gusta.  

Y lo que me ha gustado más en los últimos meses, lo que me ha tenido absoluta e inevitablemente pegado (perdón por tanto adverbio de modo, pero es que hoy me he levantado muy cerebral) a mi machacado portatil, ha sido esa serie americana producida por HBO a la que han titulado "Juego de tronos". Mi dependencia ha ido, capítulo a capítulo, aumentando de tal manera que me declaro tronero y pastafari in aeternum, con lo que ignoro cómo y en qué estado llegaré al año 2012, ejercicio en el que, espero y desespero, estrenarán la segunda temporada.

Winter is coming!

miércoles, 1 de junio de 2011

Vida y barro

De cuando era chico, traigo las manos pequeñas,
la inteligencia dormida,
la mirada asombrada.

De cuando era chico, traigo sueños en bolsillos,
miedos de colmillos desgastados,
pereza prendida al ánima.

De cuando era chico, traigo el recuerdo de este rostro,
del de todos aquellos que fueron, son o serán,
de esos niños, mis hijos, que me vieron crecer hasta el infinito.

Antonio José López Rodríguez. Junio de 2011.

martes, 19 de abril de 2011

Regresión de edad



En terapia, y según la Wikipedia, la regresión de edad resulta ser la técnica empleada, para que los sujetos puedan evocar y vivenciar situaciones pasadas de sus vidas, incluso no recordadas conscientemente.

Dicho esto, estoy en situación de asegurar que no sigo (ni he seguido jamás) terapia alguna. Tampoco es que me precie de ello. No he tenido, digamos, la necesidad de recurrir a ese campo de la pseudomedicina. De hecho, he de desvelar que soy un simple (o lo que yo entiendo como tal, un fulano con una capacidad racional manifiestamente inferior a la de la generalidad de sus congéneres), por lo que no espero verme nunca tumbado en el diván de un psicólogo (ya sé que tal palabra, como la citada pseudomedicina, puede prescindir de la p antepuesta, pero tal omisión me parece una modernez infumable) ni en el lecho de una voluptuosa velina (no soy un magnate de los mass media pseudosetentón, evidentemente).

¿Infumable?  Ya me vale con el adjetivo.

A lo que iba. Todo este embrollo, toda esta estructura semántica sin gracia inspiradora ni puntal que la sostenga, viene a justificar mi particular regresión hacia la niñez perdida. Sí. A mis cuarenta y dos tacos. Recién dejado, como aquel que dice, el último cigarrillo en el cenicero. ¿He dicho ya que he conseguido (desde hace tres meses) dejar el tabaco? Pues lo digo, ea. Que no se diga que no se puede ...

Y sí. Insisto. También he vuelto a la infancia. Me lo he comprado. Acojonado, sí, pero me lo he comprado. Ya tengo un Scalextric. Pequeñito, con una pista chiquita, pero un auténtico Scalextric. Pasaron muchas noches de Reyes, trece o catorce cumpleaños y nunca, nunca, pude disfrutar de uno. Mis padres, que eran humildes y sensatos, me argumentaban que era un ingenio demasiado grande para disfrutarlo en un pisito de cincuenta metros. Y los Reyes (pobres de ellos, que en las décadas de los setenta y ochenta no disfrutaban de la ilustre colaboración de Papá Noel) tenían demasiados niños pobres a los que atender como para consentir a un crío que había logrado que le compraran unas zapatillas Paredes y una bicicleta Torrot TT.

Pero ya lo tengo. Es mio. Ya he dicho que, cuando lo compré, me acojoné. Claro. Un psicólogo me diría que sentiría miedo de obtener lo inalcanzable, de alcanzar una meta a partir de la cual puedo vislumbrar la cuesta del declive vital. Podría ser. De hecho, firmaría tal veredicto si supiera que el Scalextric, en verdad, no lo compré yo. Me lo compró un amigo (a quién, después, tuve que darle la pasta, evidentemente) que se encontró con un chollo en unos grandes almacenes y se acordó de mi frustada ilusión. Pero no. Yo creo que no. Que si me acojoné es porque, a pesar de ser una ganga, no llego nunca a fin de mes, que son muchos los pagos y deudores a los que he de atender y que un capricho, en tales circunstancias, siempre está de más.

Por eso he de agradecer a mi amigo Quique que me llamara para ponerme en el compromiso de comprarlo o rechazarlo. Si no fuera por él, si fuera yo mismo el que me hubiera topado con el juguete rebajado, no lo hubiera adquirido. Me hubiese sabido mal. Sin embargo, le dije que sí. Y cuando mis hijos lo vieron, abrieron los ojos como platos; no podían entender que esa maravilla fuera para mí.

- ¿Es tuyo? - me preguntaban asombrados.
- No - contesté irresistiblemente sonriente - Es para todos.


Y me compré más pistas y un par de coches nuevos. Cuando se lo confesé a mi madre, me regaló una sonrisa que nunca olvidaré y un billete de cincuenta euros. No creo que exista terapeuta que la iguale.

domingo, 3 de abril de 2011

Mi paraíso


Donde vivo, tengo la suerte de disfrutar de una terraza. Y en ella, junto a otras plantas, tengo una higuera. Ella, mi higuera, la planté en un macetero grande, de esos de plástico que imitan a los de terracota. Mi higuera, que llevará conmigo cuatro años por lo menos, no ha crecido mucho, no. Es flaca y pálida, como una novia largirucha. Se queda pelada en invierno, y sufre los embites del viento cuando, fiero, irrumpe en mis dominios. Pero, con todo, cuando lo ha querido, me ha regalado deliciosas brevas, y también higos. El año en el que sus frutos han sido malos, no he podido reprochárselo; ya hace bastante, la pobre, considerando los escasísimos cuidados que le dedico.

Mi higuera, cada primavera, se puebla con hermosas hojas verdes y me arranca una sonrisa, la ilusión, el deseo de tener un día libre para disfrutarlo en mi terraza. No es poco, no. Es todo un lujo. Y este año, este mes de marzo que ya ha pasado, me he encontrado una inesperada sorpresa: allí, junto a la eugenia reseca, entre el ficus desangelado y los testarudos geranios, una planta que mi madre me regaló, un ave del paraíso sudafricana, ha estallado en toda su belleza. Leo que requiere grandes cantidades de agua entre marzo y octubre, así como ser abonada semanalmente. Estupefacto, solo puedo afirmar una cosa: la vida, efectivamente, es un milagro.

jueves, 17 de febrero de 2011

Santamaría, Montalbán y el Barça


Murió el pasado día 16 el polémico Santi Santamaría en su restaurante de Singapur, víctima de lo que él mismo diagnosticó como “un bajón”, aunque cualquiera que, como yo mismo, no esté licenciado en medicina, no dudaría en calificarlo como infarto. Ante todo, no puedo sentir más que pena. Era una persona joven, que aún tenía mucho que ofrecer. Y que aprender, me temo.

Su muerte, que conjurará una febril, y espero que fugaz, batalla de hirientes opiniones en el inhóspito desierto televisivo de este mercado de aire llamado España, me ha recordado inevitablemente a la de Manuel Vázquez Montalbán; ambos barceloneses, uno y otro orondos, los dos temibles ante unos caracoles a la llauna, pares cardiópatas fenecidos en lejanas tierras orientales.

Y recordando los artículos del gran Vázquez (Montalbán, insisto), me he encontrado con una frase parida por su, siempre, espíritu crítico, allá por 1999:

“No quiero ni imaginar el día en que se retire Guardiola, a no ser que Xavi cuaje como representante en la Tierra de la raza futbolística catalana y sea el pollo del Prat del Barça”.

Pues sí Manolo. Xavi ha sido todo eso y mucho más. Y espero que, muy pronto, nos saque del atolladero hasta el que nos ha empujado el Arsenal de nuestro añorado (y anhelado) Cesc. Y que Santi, que es, ante todo, un grandísimo cocinero, te haga un hueco en su cocina. Força Barça.