lunes, 7 de enero de 2013

Feliz año ..., tolkinianos

Pues eso: que feliz año nuevo. Pero no solo para los fervorosos fans (incluido un servidor) del universo Tolkien. Feliz año para todo el mundo, urbi et orbi. Que, dicho sea de paso, falta nos hace; que el 2013 sea un poquitico mejor que el dichoso 2012. En fin. Mas vale no hablar de lo malo, que ya nos bombardean   bastante.

Hace mucho, mucho tiempo, hace ya casi cuatro años, hablaba yo en este mi blog del posible rodaje de El Hobbit, precuela (ay, estos modernos) de El Señor de los Anillos. Haciendo un poco de memoria (considérese que ha arribado a este tiempo algo más que menesterosa), recuerdo que puse a parir a un tal Guillermo del Toro, pues parecía definitiva la idea de que el tipo dirigiera el film. Confieso que no he vuelto a leer las chorradas que tuve a mal escupir (si al profano le apetece, allá él: http://alasombradelavellano.blogspot.com.es/2008/01/del-toro-dirigiendo-el-hobbit.html). Sin embargo, sí puedo asegurar que, desde entonces, me acompaña a todos lados (al trabajo, al parque, hasta al excusado) la terrible sensación de que le jodí el invento al ilustrísimo realizador mexicano. Dicha semejante ordinariez, aclaro: no es que uno haya movido esos hilos que, como personaje insigne y poderoso, tiene la gran suerte de manejar, ni tampoco que haya cobrado poderes sobrenaturales con los que adjudicar el cenizo a cualquier fulano. Pero el proyecto, que ya era bizco y cojo por aquel entonces, cayó en desgracias en manos del tal Guillermo, hubo otro pequeño gran lío con el tema de la preproducción, huelgas de actores en Nueva Zelanda y no sé qué más tropezones en la sopa. En fin: que Del Toro aparece solo en los créditos de la primera parte de El Hobbit como guionista (por gentileza de su amigo Peter, supongo), que el mismo Jackson se hizo cargo de todo (la industria suele jugar a caballo ganador, por supuesto) y que uno, miserable y malicioso como es, no puede más que agradecerlo (bendito sea el alto ejecutivo que quiso fuera de la ecuación al niño prodigio del cine fantástico hispanoamericano). 

Yendo al meollo de la cuestión (la película, obviamente), he de decir que la idea de estirar el librito de Tolkien en tres partes me pareció, en principio, una barbaridad. More money, piensa uno inmediatamente. Y está claro que ésa debe ser la razón de tal alargamiento. Egoístamente, como incondicional del subgénero de orcos, elfos y enanos, no tengo nada que reprochar a New Line Cinema: será hermoso revivir la espera anual (aunque, en esta ocasión, la tercera parte no se estrenará en Navidad, sino en verano) a la que me tuvo cruelmente encadenado la trilogía de The Lord of the Rings. Hoy en día, como uno se siente viejo y, en ocasiones, más paciente (qué remedio, después de disfrutar como un enano con las dos temporadas de la serie televisiva de Juego de Tronos e intuir que George Martin abandonará este aburrido mundo sin lograr acabar su historia para HBO), disfruta de los pequeños placeres de la vida mordisco a mordisco, aunque le vayan faltando dientes. La primera parte de El Hobbit, Un viaje inesperado, me ha parecido más que brillante. ¿Que es demasiado larga, como dicen algunos? Sí, pero no se hace tan pesada como el tercer Batman de Nolan (laaaaargo bostezo, por cierto). ¿Que es más de lo mismo? Siiiiiiiiiií. Bendito sea Peter Jackson. Es una maravilla ver de nuevo a Gandalf, al Bilbo original y centenario, a Saruman, Galadriel y Elrond. Incluso a Frodo/Elijah Wood, que aparece fugazmente. Es delicioso disfrutar al fin del encuentro entre el hobbit y Gollum, del juego de las adivinanzas, de la aparición del anillo. Martin Freeman, sublime haciendo de sí mismo pero menguado de talla y con pies grandes y velludos (hay que verlo también en la serie británica Sherlock, please). Solo he extrañado los jugosos labios élficos de mi amadísima señorita Tyler


En fin. Un teen para mister Jackson