jueves, 31 de enero de 2008

Un poema de Yorgos Seferis ...


"Dijiste hace años: En el fondo soy un asunto de luz. Y ahora todavía al apoyarte en la ancha espalda del sueño, aun cuando te hunden en el pecho aletargado del pronto, buscas rincones donde el negro se ha gastado y no resiste, buscas a tientas la daga destinada a perforar tu corazón y abrirlo a la luz."

martes, 29 de enero de 2008

Y, de nuevo, volví a intentarlo ...

Este lo escribí mucho más tarde, a finales de 2007, para otro concurso (que tampoco gané) del programa televisivo Página2.

TAN TEMPRANO...

Deseo. Deseo que amanezca otra vez, que la luz irrumpa en la habitación, que un nuevo día comience y que tú, como cada día, me des los buenos días y compruebes el gotero. Desespero. Despero porque, cuando te gires y preguntes, cuando me escuches y sonrías, evitarás mirarme a los ojos. Declaro. Declaro que, si tú te inclinas, si te prestas y me acerco, si arrinconas tus peros y recelos, volveré, de nuevo, a besar tus labios.

El compañero de cuarto, exasperante, pone la televisión. Y una desconocida entra por la puerta para, sin disimular su bostezo, tomarme la temperatura.


Un microrrelato de mi cosecha ...

Es malo, pero es mio.

Lo escribí en 2003, ateniéndome a una serie de normas absurdas que El Mundo, en un concurso al uso, tuvo a bien imponer. Naturalmente, no gané.


NADIA

Siempre me contempló como si no estuviera a su lado. Muy distinto. Mi piel y su piel, decía, era como comparar una nube y un nubarrón. Yo podría averiguar, si lo deseaba, cuál fue la comadrona que asistió a mi parto. Ella reconocía que no podría reconocer en un atlas el enorme desierto que le vio nacer. Al fin, tras una breve despedida, terminó por alejarse de mí. Se excusó diciendo que no le gustaba mi nariz, aguileña como la de un judío. Todavía respiro por ella.

¿Qué hacer si, una mañana, amaneces millonario?

Todos, absolutamente todos, desearíamos estar podridos de dinero. Querríamos tener ese golpe de suerte que, de buenas a primeras, proporcione un cambio tan drástico a nuestras vidas que nos saque de la rutina que nos asedia. Partimos de la premisa de que somos infelices, o no todo lo felices que hubiesemos querido ser, y deducimos que un montón de pasta en el banco, caída del cielo, nos cambiaría la vida.

Probablemente, así debe ser. Lo digo porque yo, de momento, no lo experimentado. Aunque supongo que habrá muchos, demasiados, que no compartan mi opinión; aquellos que se atrincheran tras la supuesta integridad del alma humana, aquellos que despotrican de la podredumbre que genera el dinero, ruego, de antemano, que me perdonen. Ya sé, ya sé. Lo que en verdad vale, lo que ciertamente compensa nuestra penosa existencia son otras cosas que están más allá de la macroeconomía y de los fondos de inversión. Pero esas cosas, sencillas y etéreas, acostumbran a costarnos un buen pico. Y, no siendo así, lo que sale caro es el camino que nos conduce hasta ellas.

En fin, no escribo esto con la pretensión de iniciar un ensayo sobre la íntrinseca relación felicidad – riqueza. Solo es una excusa para contaros, iluso de mí, que haría yo si fuese escandalosamente millonario.

Y como es algo con lo que me gustaría continuar fabulando, he de deciros que hoy, exclusivamente, os hablaré de lo que haría con mi actual trabajo.

Estoy cansado. Cansado de escuchar sentencias a mi alrededor como “si me tocara la lotería mandaría a mi jefe al carajo” o “si tuviera mucho dinero yo continuaría trabajando; ¿qué iba a hacer yo todo el día, aburrido?”.

Es lamentable. O, y perdon si alguien molesto, a mí me lo parece. ¿Cómo voy a plantarme ante mi superior y mandarlo a la mierda, voz en grito, por las buenas? Lo que quedaría, aparte de la posibilidad de que me respondieran dirigiéndome al mismo lugar que yo mismo he invocado, son mis malos modos, mi absoluta falta de educación. Por muy rico que sea, es absurdo pasar de un extremo (el mileurista absolutamente domesticado) a otro de manera tan brusca. Tendré dinero a manta, podré restregárselo a todo el mundo, pero resultaré chabacano, ahí, en plan chulo, escupiéndole mi resentimiento a una persona que, hasta ese momento, jamás hubiera esperado algo así de mi. La oficina alborotada, la adrenalina disparada, la venganza por las afrentas recibidas por fin consumada. Así de rápido. Sería como acudir a la primera cita con la mujer a la que aspiro amar y, antes de presentarme, soltarle que me quiero acostar con ella.

¿Cómo no voy a darme el lujo de invitar a mi jefe, a toda la cúpula directiva, a mis queridos compañeros a una suntuosa celebración? Imagínese que una de las primeras cosas que he hecho en mi nueva vida de millonario es, naturalmente, adquirir una propiedad en la playa. Imaginaos una villa blanca de una planta de diseño, abalconada sobre el mar, seductoramente ajardinada, alumbrada por una límpida luna de verano, con el vino de mi bodega en las copas de los invitados y lo mejor de la extraordinaría gastronomía mediterránea servido bajo unas enormes jaimas alumbradas por teas de bambú. Imagínaos que el servicio, agradable y solícito, colma de atenciones a toda la gente, que una suerte de música dócil que embriaga el aire y los sentidos dulcifica el paso del tiempo, que las sonrisas y la diversión van alumbrando la noche. Yo, el nuevo millonario, no pretendo parecer suntuoso; no llevo un reloj de sesenta mil euros, ni un traje de Julie Sohn, ni he expuesto la docena de coches de alta gama que he comprado fuera del garaje, a la vista de todos. Visto ropa clara, con sencillez y holgura, voy (por supuesto) descalzo y luzco una sonrisa de oreja a oreja. A mi lado, sonriente, me acompaña una hermosísima joven que no es otra cosa que mi asistente personal, además de alguien tan cariñosa como profesional. Que no se me malinterprete: la joven, desde luego, no sería mi amante. El hecho de que esté casado, aunque mi familia estuviera pasando unos días en Santorini, no me permitiría llegar tan lejos.

La noche entre risas, licores y baile. No he desdeñado la posibilidad de amenizar la velada con algún tipo de espectáculo, con alguna actuación musical, probablemente de Shakira. Al alba, cuando los DJ’s se explayaran con el chill out, comienzo a despedir a mis invitados. Uno a uno, dedicándoles su tiempo, los despacho con un "hasta siempre". Al llegar hasta mi exjefe, que me aguarda sonriente pero cansado, le doy una palmadita en la espalda. Luego, sin más, le digo que el verdadero sentido de la vida no es pisar a los demás para llegar más alto, sino ser más generoso con los que no lo han sido contigo. Después, y tras desearle mucha suerte, mi secretaria me lleva en coche hasta el velero, en el pequeño puerto de Altea, rumbo hacia la isla donde me espera mi familia. Wendy, discreta, sonríe. Todo queda en orden, todo queda dicho. ¿Hay algo más satisfactorio que obrar honestamente?

Ésa sería mi dulce venganza. Así de sencilla, y así de cara. Puede que a algunos le parezca tibia, pero a mí se me antojaría antológica.

¡Ah! Por poco se me olvida. Respecto a lo de ser millonario y continuar trabajando … en mi caso no es posible: sufro de una enfermedad desde niño, la inertia laboris, que me imposibilita tomarme eso en serio. Aunque, eso sí: que cada cual haga lo que le de la gana. Para gustos, los colores.

¿Del Toro dirigiendo "El Hobbit"?



Acabo de enterarme y, la verdad, pese a lo que de un tiempo a esta parte se venía rumoreando, me he quedado pasmado. Sin embargo, antes de hacer sangre y dar rienda suelta a mi puritita rabia, me atrevere, cómo no, a dar mi singular valoración de otra película del imputado, ésa que tuvo el acierto de titular "El laberinto del fauno".

Según mi parecer, en dicha obra, con los andamios aún a la vista, conviene resaltar:

1º La elección (y el trabajo, evidentemente) de unos actores más que acertados, encabezados por Sergi López, incitados por Maribel Verdú y secundados, por supuesto, por Álex Angulo e Ivana Baquero.

2º La extraordinaria caracterización de algunos personajes y/o seres fantásticos.

En detrimento de todo ello, he de decir:

1º Que el personaje de Sergi tiene demasiadas semejanzas con el de Ralph Nathaniel Fiennes de la "Lista de Schindler", de nuestro amigo Esteban, el que juega en la montaña.

2º Que, tras visionar el laberinto, tuve la sensación de que el cuate William rumiaba desde hacía lustros un par de buenas ideas (como la de la existencia de las hadas - insecto, que espero que no haya plagiado a nadie, y la del hombre pálido) y otras mucho más malas (¿un sapo gigante? ¿una mandrágora llorona?) con las que anhelaba ensamblar una historia, acabase como acabase.
Al fin, supongo, pariría un guión que trataba lo fantástico a la par que lo real (y, en ese punto, claro está, nos tenía que tocar a nosotros, los españolitos, como si no se hubieran filmado ya suficientes películas sobre la guerra civil). ¿El resultado? Para mí, simples fuegos de artificio. Las historias (la divina y la terrenal) se entrecruzan una y otra vez dejando muchos puntos sin resolver, permitiendo que las resoluciones de los conflictos argumentales resulten forzados, sin el añadido de veracidad que un film tan sui generis debiera ostentar. La elecciones de Luppi (al que creí admirar hasta que aceptó su elevado papel de rey rollo Michael Ende) y la de una Ariadna desconcertante (o desconcertada, aún no sé a qué atenerme) son ridículas, aportando un plus esperpéntico en un final que, por improvisado, remata tristemente la faena.
Por todo ello, creo que el único aliciente para ver esta película consiste en ver la estupenda caracterización de Doug Jones (el fauno y el hombre pálido) y la originalidad de las susodichas hadas - insecto. ¿Sergi López? Para disfrutar de sus actuaciones, aconsejo ver cualquier otro título que haya protagonizado, preferiblemente de producción francesa. ¿La Verdú? Sinceramente, a mí me gusta la Verdú dónde y cómo sea, aunque así, tan vestida todo el rato, pierda algo de encanto.

Sirva la valoración que del laberinto he efectuado como introducción a mi siguiente comentario: hoy mismo me he enterado de que el Torito está bastante bien colocado por la industria para dirigir las dos precuelas de "El Señor de los Anillos". Humildemente, he de opinar que me parece esencialmente lacrimógeno que "El Hobbit" pueda acabar en manos tan infames. Y ojalá el tipo haga una obra maestra, por mí que no quede. Pero, pienso, para dirigir "El Hobbit" hace falta algo más que haber leído el libro (destinado, según un Tolkien deslumbrado ante el universo que había creado, al público infantil). Y también haber hecho algunas películas de terror pseudo-fantástico dedicadas, que duda cabe, a hacerse un hueco entre los blockbusters más requeridos por la juventud norteamericana. Para hacer "El Hobbit" no sólo es preciso haber devorado (no una, sino varias veces) los tres libros que le suceden (que, por cierto, Guillermo el Travieso asegura no haber sido capaz de digerir en el pasado), sino también estar enamorado; es absolutamente imprescindible estar iluminado por el universo tolkiniano, por lo que, opino, un simple advenedizo encumbrado por los hombres de gris no es la persona que una empresa de tal magnitud necesita. La trilogía de "El Señor de los Anillos" es, obviamente, una sola película. Y redonda, en el sentido de que es perfecta. "El Hobbit" debe ser, ni más ni menos, un largo prólogo de esa historia. Es absolutamente necesario dibujar un nuevo círculo que, a la medida del creado por Jackson, proporcione cobijo al anterior. Peter conoce la historia desde niño, la ha imaginado mucho antes de haberla rodado, ha jugado con los lapsos y los errores de Tolkien para hacerla totalmente a su medida. Y a la nuestra. Jamás, y temo no equivocarme, Guillermo podrá realizar un hobbit a la altura del que pudiera hacer Jackson. Es un imposible y, por supuesto, un despilfarro de recursos.

Si Guillermo del Toro consiente en meterse en el jaleo, solo me cabe deducir que, además de no ser un tipo honesto, su carrera está orientada única y exclusivamente en pos de la pasta. Ya puede ir apretándose los machos.

Con esto, doy por finalizada el destripe. Otro día, y visto que esto le viene de perlas a mi karma, me meteré con Carlos Ruiz Zafón.
Sí, el de la maravillosa "La sombra del viento".
Ése es otro que me tiene contento.

martes, 8 de enero de 2008

Alabanza o loa a Manu Larcenet



Comparto con el amigo gabacho Manu, aparte de año de nacimiento, su afán por reflejar los días del que vive fuera de lugar, por dibujar la deriva que arrastra al típico urbanita acelerado hasta una vida distinta a la que esperaba. Desentraña a sus personajes de tal manera, las situaciones a las que se enfrentan con tan desbordante naturalidad, que su trabajo se revela ante la mirada como una argamasa de emociones que, a poco te descuides, acaba por enlucirte las paredes del alma. Es, y espero que lo siga siendo, un pedazo de cabrón. Lo envidio, y no me duele confesarlo, profundamente. Casi tanto como puedo admirarlo.

Acabo de leer "El retorno a la tierra III: el vasto mundo" y no puedo aguardar a que llegue noviembre de 2008 y requiera a Stéphane, de Bang Ediciones, para que me envíe el cuarto tomo de la serie. Traducido, naturalmente, al castellano. Entretanto, me consuela saber que en breve (marzo o abril) podremos leer en español la cuarta entrega (Norma comics) de Los combates cotidianos. "Épais & tordu" (espeso y torcido) es el álbum que desvelará incógnitas que, hace ya casi un año, Manu dejó en el tintero.



Espero impaciente, pues.



No pretendo hacer de mi blog un recopilatorio de lo que otros han escrito ...



Pero ...


Es difícil no comenzar mi andadura literato - cibernética sin evocar las palabras de José Luis Sampedro mientras Eleftheria, con su verso ininteligible, acaricia el aire de la habitación.

NAVEGANDO ENTRE LIBROS

¿Habéis navegado alguna vez en un velero a lo largo de la costa, movidos por una suave brisa que susurra en las velas, y viendo a poca distancia cómo van apareciendo y quedando atrás los detalles del litoral? Estáis viendo una playa con un círculo de casitas, blancas y rojas, al pie de un monte, pero dobláis un promontorio y el mundo cambia: es ahora un alto acantilado a pico sobre el mar con orilla de espumas embravecidas. Y más allá es un puerto, grúas alargadas al cielo, inmensos buques cargando... La vida se desliza ante nosotros.
Pues bien, ésa misma experiencia, pero mucho más rica, más llena de sorpresas, la vivo yo en las grandes librerías. Entro en una y me rodean los muros tapizados de estanterías llenas de libros y, aunque ellos no se mueven, mi lento paso va dejando atrás el universo de las matemáticas y el de la zoología, mientras se me ofrecen, en generosa variedad, los estantes de novelas extranjeras, títulos algunos que conozco, otros tan prometedores y sugestivos que me gustaría desembarcar en ellos, incluso al pasar acaricio un volumen, lo abro al azar, casi voy a caer... ¡pero es tan largo mi viaje, hay tantos horizontes alrededor que continúo! Ahora navego con cuidado, he de sortear islotes que se alzan en mi mar: mesas cubiertas de libros con portadas, fotos de autores, diseños atrayentes... No puedo remediarlo, cargo un libro en mi esquife y sigo, pues ahí veo relatos de viajes, fotos exóticas, mapas reveladores, cargo con otro: un bello recorrido por el Afganistán, sus montañas nevadas al fondo, sus caravanas en el desierto, las más preciosas sedas sobre el áspero lomo de camellos ¡me quedo con él, me quedo con él! Así podré viajar cuando quiera a donde nunca podría ir sin este libro, porque unos salvajes ya han destruido sus bellezas...
Esa navegación en la librería, en mi carabela de los descubrimientos, y esa conquista fácil de otros mundos, de otras vidas, que nunca conocería sin el libro es la fuerza, la magia, la salvadora vivencia de la lectura. Desde que, en mi infancia, Salgari me llevó a vivir entre los bucaneros del Caribe, hasta ahora en que puedo asomarme a las mitocondrias y su discutido misterio en las células, mientras yo no pierda los ojos ni la razón, la lectura llenará mis deseos, provocará otros y me descubrirá lo que no sospecho dando a mi limitada vida física perspectivas innumerables.
¡Desdichados los que se privan de estas navegaciones insustituibles, indispensables, enriquecedoras! ¡Abramos sus ojos a la lectura!

lunes, 7 de enero de 2008

Para comenzar, una cita de Eduardo Galeano ...

Caminé diez pasos hacia la utopía y ésta se alejó diez pasos. Caminé otros veinte pasos más hacia ella y se volvió a alejar otros veinte. Entonces me di cuenta que jamás alcanzaría la utopía, pero también observé otra cosa, que la utopía sirve para eso, para caminar.