jueves, 23 de mayo de 2013

Le métèque

Andaba yo recién nacido, o en un tris de nacer, cuando un tipo flaco, desgarbado y algo más joven de lo que yo soy en el instante de escribir estas líneas, popularizaba la canción que da título a esta entrada.

A ese tipo, a George Moustaki (mejor dicho, a la música de George Moustaki), lo conocí siendo un crío, a través de la clases de francés de mi instituto. Cuando yo era efervescente, cuando era capaz de enamorarme de tres chicas en un solo verano y La 2, de madrugada y sin anuncios, emitía todo el cine clásico subtitulado que me ayudaba a mitigar sus rechazos, aquella canción extraña, cantada en un idioma extraño, supo, quiso estrujarme por dentro. 

No fue solo Moustaki, ese extranjero, ese alejandrino parisiense que hablaba un montón de lenguas, el que logró conmover mi alma quebradiza con esa canción. También lo hizo Joe Dassin (Les Champs-Elysées), Ives Montand (Sous le ciel de Paris), Françoise Hardy (Tous les garçons et les filles) o Jane Birkin (ésta, con su Je t' aime moi non plus, de una manera más libidinosa). De la música, en la adolescencia, pase al cine de mi juventud (Sophie Marceau con La fête, Emmanuelle Béart con La belle noiseuse y Jean Reno, este último con cualquiera de sus pelis) y, bueno, con todo esto, yéndome de rama en rama, intento decir que soy francófilo. Tanto como italófilo o grecófilo. La cultura mediterránea, tu sais

Por ello, por eso, por todo, no puedo sentir más que tristeza por la muerte del viejo Moustaki. Hace unos meses lo vi, con la cantante Marina Rosell en el programa catalán El convidat. Era evidente que este momento,el final del viejo músico, no se iba a demorar demasiado. Hace bien poco se han ido personas tan dispares y queridas como el sinpar Alfredo Landa, la bella Sarita (la misma que traía de cabeza, entre otros, a Gary Cooper), el hombre que puso voz y alma a varios mitos (Constantino Romero, off course) y el viejo profesor, José Luis Sampedro. Gente, seres, que conformaron un mundo, el mío y el de otros muchísimos, que va desapareciendo, esfumándose, diluyéndose. Y pese a que mi blog ha ido deviniendo, post a post, en una suerte de necrológica, pese a que puedo presentarme como el pesimista más lóbrego del mundo con solo manifestar que pronto, en un abrir y cerrar de ojos, cuando apenas pasen mil años, nadie recordará a nadie y que, al final, si es que lo hay, solo quedará, como decían en Gladiator, polvo y viento, sobre esta mota de mierda que navega sobre algo tan indeterminado como intenta ser el universo, lo fugaz de la vida, lo insignificante de una sola existencia, da sentido al conjunto.

Pura matemática, como pueden ver.

1 comentario:

  1. No somos más que actores secundarios de paso en el eterno escenario del mundo. Gente como los que nombras tienen la suerte de dejar un legado por el que serán recordados muchos años, pero ¿quien se acordará de nosotros dentro de un par de generaciones?
    Como ves, hay gente tanto o más pesimista que tú...


    Un saludo

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