miércoles, 25 de junio de 2008

Lágrimas de cocodrilo


Se me escapan. Mis ojos se desbordan, los gestos se corrompen, el lastre se derrama. Ocurre que, en ocasiones, lloro. No me avergüenzo por confesarlo, no. Lloro. Y no sucede, precisamente, en los momentos terribles que nos aguardan a todos, agazapados tras las aristas de la vida. Ahí, entonces, acostumbro a mantenerme frío, tal vez distante, como si la desgracia no fuese conmigo. Una escena de una película, en cambio, una estrofa de una canción o el sufrimiento televisado en directo suelen ser detonantes del llanto. ¿Y qué, os preguntareís? ¿Acaso, por eso, eres diferente a los demás? No es eso. No. Deduzco, ley de las probabilidades en mano, que habrá muchos más que reaccionan como yo lo hago. Pero lo que siempre me ha consternado es la posibilidad de que sea mi egoísmo pendenciero, ése que a veces gusta de compadecerse ante su reflejo, el que abre el grifo de mis miserias. Hace poco, hace nada, lloraba. Lo hacía al visionar una escena de una película de David Lynch. "Una historia verdadera", se titula. La actitud del viejo frente a la hoguera, dibujando con sencillez su concepto y experiencia acerca de la familia, fue la excusa perfecta para arrastrarme sin remisión hacia el desgarramiento lacrimógeno. Cuando quise reponerme, cuando dejé de moquear, deduje algo que ya he deducido antes. Supuse que, exponiéndome a tales circunstancias, buscaba ganarme la condición de buena persona. Luego, al poco rato quizá, salí a la calle, esquivé la mirada del pedigüeño, remiré con inquina al vecino que me ignora y volví a ser otra vez yo, tan natural y mezquino como siempre. Y es que hay cosas que, por muchas lágrimas que sueltes, no deseas que cambien.

5 comentarios:

  1. La intimidad permite las lágrimas; a veces el cuerpo exige que broten. Cuando salimos a la calle, al mundo hostil, nos ponemos el caparazón y nos defendemos. Así somos las personas sensibles, las que sabemos que el llanto es un lujo: lo dosificamos. No es mezquindad, es supervivencia.

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  2. A veces queremos ser duros y las lágrimas salen en momentos de soledad.

    No te eres raro, a muchos nos pasa lo mismo que a tí

    besos

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  3. No estoy tan segura de que todo pedigüeño deba ser mirado con la pena de la impotencia.

    Estoy convencida de que más de un vecino altivo merece un empujón por las escaleras.

    ¿Mezquindad? Puede... Al fin y al cabo, es el día a día.

    ... A parte de que siempre se ha dicho que el infierno es muchíiiiiiisimo más divertido...

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  4. Dejé un comentario el otro día, pero vete a saber tú por qué, no sale publicado. Decía más o menos que me he sentido totalmente identificado con la entrada, que es muy fuerte que incluso en nuestro peor momento haya un átomo de satisfacción al vernos capaces de sentir, pero por otro lado, también es nuy fuerte que incluso en esos momentos no dejemos de juzgarnos. También te agradecía, hijo del maligno, el comentario que me dejaste en mi estrenado blog, me alegraste la mañana.

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  5. Hola amigo. Sabes, no sé si te lo he contado. Vi esa película en el Festival de La Habana de año 2000. Durante los primeros 20 minutos, mucha gente se salio de la sala; te imaginas, muchas películas al tiempo y esta iba a un ritmo lento. Todos parecían no tener tiempo para que les contaran la historia de Straight... que cosas. También me sentí conmovido. Me conmovió esa parábola de la vida, donde es más importante el camino que la meta. Algunos años después, la película me sirvió para, en la distancia, confortar a Gert y eso la elevó aun más en mi recuerdo. De todos modos, si algo nunca fuiste es mezquino.
    Por cierto, si tienes un minuto date una vuelta por el blog que abrí. Voy a ir colgando las críticas de películas que he ido publicando por ahí en distintas páginas. Si te pasas, dime algo, que la soledad del internauta escritor es muy mala.
    El blog se llama satisfacciongarantizada.69 (habían más garantizadores de satisfacción como hay más charlatanes de feria) y la dirección me quedo horrible xsatisfaciongarantizadax.blogspot.com
    con lo que estamos abocados al fracaso... un estado ideal para héroes de tragedia y sucedáneos.
    Un abrazo, y sabes que te quiero
    Migue

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